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POR ANTONIO MARTÍN
PRIMAVERA CALIENTE
Publicado el 16 de Abril de 2018, Lunes

Lourdes Paredes Cuellas

Opinión -

Jubilados que ya no son perroflautas. Mujeres, de todo tipo y condición, que ya no confunden la igualdad real con los cupos. Médicos y enfermeras,  profesores y estudiantes conformando nuevas oleadas y mareas. Y parece que en Cataluña, que es como decir, una parte de España, la temperatura es aún más elevada. La primavera viene caliente porque el invierno ha sido duro y largo: la crisis invernal dura ya más de una década, que se escribe pronto, y no se puede pedir más sacrificios al personal. No se puede pedir que se queden en sus casas calculando cuánto tiempo puede poner la calefacción y no querer que se organicen con los suyos, para sentir un poco de calor humano. 

La primavera viene caliente porque ha llovido para reventar pantanos, pero los chuzos, en las calles son de piedras, o al menos tienen esa condición de dureza necesaria para resistir. No hay ningún derecho que no se haya logrado ahí, codo con codo, reivindicando lo justo, encauzando la rabia que supone el insulto a la dignidad de los que proclaman que los pensionistas han mejorado con la crisis. O peor aún, que la brecha salarial en la empresa privada es un asunto en el que el gobierno no puede meterse. Estos políticos están locos. La primavera está caliente y ellos echando más leña al fuego.

Sin embargo, en todos estos conflictos, en la gestión de las pensiones, en la lucha feminista, en las mareas por lo público e incluso me atrevo a decir, en la cuestión catalana, seguimos sin escuchar una perspectiva que pasa desapercibida para muchos de los que salen a la calle. El problema radical hunde sus raíces en la estructura con la que se construye nuestra sociedad. ¿Qué mueve el mundo? ¿El amor? Aunque estemos en primavera, esa idea adolescente está ya desfasada. ¿El poder? Tal vez, pero en este caso, el poder debería ser el de la Ciudadanía y eso no es tampoco real. ¿El dinero? Pues claro. Otra vez, en la raíz de todas las desigualdades se encuentra el capital. Incluso, me atrevo a decir, que en la cuestión catalana y en las desigualdades que denunciamos los feministas. Aunque para algunos sean cosas del pasado. Ya ven, los pantanos del franquismo también son cosas del pasado, pero están a punto de desbordarse con el temporal de los que salen a la calle porque se mojan. Por mi parte, que revienten, si con ello se inunda todo con otro modo de concebir el reparto de las riquezas, que están en manos de muy pocos, por cierto. Somos más los de sangre caliente. Que no se apague esta primavera ni se enfríe con el calor de pequeñas reformas que contentan individualmente, pero no cambian nada de esa estructura que nos atrapa desde hace más de 100 años. 

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