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Cultura
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POR J.J. CABALLERO
DESDE EL JERGÓN
Publicado el 17 de Julio de 2017, Lunes

Lourdes Paredes Cuellas

Cultura -

Conoces a mucha gente a lo largo de varias vidas. A algunas acabas recordándolas por épocas, según sople el viento y los recuerdos evoquen malas aguas o mejores sangres. La de hoy, la que acecha tras la esquina, es la no deseada, la escoria que amenaza con embriagarte de sed de venganza y envenenarte con esa ponzoñosa sensación de bienestar que siente el violador justo antes de afeitarse. Hay que vestirse de fiesta para matar. El resarcimiento por el esparcimiento equivale al escarmiento por el remordimiento. Miento cuando digo que lo siento. Siento cuando afirmo que no miento. Mentes sentidas.

Te sientes contrito por haber cometido un pecado sin haber acometido la labor de pensarlo. Hace demasiado calor para detenerse a discurrir las consecuencias de concurrir en las indecencias del transcurrir. Demencia que se escurre entre los dedos. A los bergantes se los descubre antes, cuando sus propios aguijones se muestran incapaces de picar a nadie que no pertenezca a su misma especie, y mientras nos demoramos en el conocimiento de lo que debe o no debe ser perdemos el tiempo entre raíces, empecinados en encontrar el punto justo de brillo que necesita el techo húmedo que no se nos ha caído ya encima de puro milagro. Miren a su alrededor y díganme si no tenemos ya suficiente fuerza acumulada para encarar toda suerte de desgracias. La inmundicia va y viene, sube y baja, ataca y se defiende, y nunca encuentra el momento exacto de detenerse a mirar. Sufran, que ya estamos nosotros aquí para verlo. Pienso cuando sé que creo. Sé cuándo pensar en creer. Frentes heridas.

La carestía es despiadada. No hay alimento para el tormento y los elementos nunca están contentos. El ansia alimenta al odio, la bilis echa las sobras al nervio y el miedo se rinde a la miseria humana de hacerse pequeño ante la injusticia. Se rebela el vello del estómago, se sublevan los dientes cariados y se levantan las arrugas pélvicas en una danza mortal de cara al mundo exterior. Exégetas interplanetarios y esteticistas de postal mundana, uníos para robarle brillo al sol. Hágase vuestra voluntad en la guerra como en el hielo, y que la tentación no nos libre nunca del mal necesario para existir con dignidad. El pan vuelto de cada día nos lo darán pasado mañana, y caeremos en tantas tentaciones como golpes de fortuna seamos capaces de esquivar. Las preferencias entre piel y hueso no ocultan las carencias entre pies y cerebro. Que nos mantengan vivos hasta el anonimato, y que perdamos la cuenta de la vida y la muerte. En la pérdida está la mejor decisión. En indecisiones perdimos las peores cuentas. Corrientes rendidas.

¿A qué suerte se encomienda tanto pacato? Entre fuego cruzado y cuerpos extraños se levantan las vergas de la revolución, ávidas de disparos que por fin encuentren el centro de la diana. Días de inundaciones. Vías de relaciones. Rías de condiciones. Te fías de las conversaciones y las concluyes con palabras que no riman con nada. Debemos andarnos con ojo y pies de cobre, pues el plomo ya cuesta demasiado caro, no tengamos que lamentar alguna coma de las que hayamos escrito. No sé cuántas van ya, pero puede que hagan falta más. O un punto. Como este. U otra coma, como esta, que está sin tener que estar. Esta otra, en cambio, es una que necesita apuntar en otra dirección. ¿Han visto que el punto la acaba de aliviar de seguir existiendo en el párrafo equivocado? Interrógenla, que por el camino se le han caído varias hermanas gemelas. Me las aprenderé para la próxima vez. Las veces que aprenda siempre serán aproximadas. Simientes podridas.

Leerán mucho calambur con el único objetivo de escaldar mentes aún por terminarse de hacer. Si alguien acaba escocido por el líquido de la verdad solo espero que le duela tanto como a mí. No vivir en la mansedumbre de quienes no miran al cielo para recrearse en sus propios pasos, ni en esa otra mucho más proselitista de los que sacan el codo por la ventana para ver si llueve y venderle el impermeable a todo el vecindario. Tontos que todos toman por listos. Listos para tomar a unos pocos por tontos. Pocos toman y solo algunos dan. Nos han exonerado con la suficiente gallardía como para que les presentemos nuestros respetos. Lo que nos faltaba. Mentecatos de manual. A poco que les tiremos de la lengua no soltarán ni una sola letra de las que los retienen heridos sin remedio ni remisión. Es una enfermedad que atesora en su centro el soberano poder de anularnos. No escaparán, y no tardarán demasiado en ser conscientes de ello. Consientan que escapen. Ententes dormidas.

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