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Cultura
Hoy es Viernes, 29 de Marzo de 2024
POR J.J.CABALLERO
DESDE EL JERGÓN
Publicado el 15 de Junio de 2016, Miércoles

Lourdes Paredes Cuellas

Cultura -

Empieza la escalada. A los pies de la montaña, la sombra de la victoria acecha, desesperada y vil, a quienes una vez pensamos que nunca nos esperaría. La paciencia y la conciencia, inconscientemente aliadas para que los más pacientes acechen a la desesperación de los victoriosos. En este juego solo pudo haber un ganador, pero los tiempos han cambiado y ahora es menester compartir laureles, aunque solo sea por un segundo de  comprensión mutua. ¿Por qué no se nos habría ocurrido antes?

Ladran los perros del amanecer y las vecinas mugrientas arrastran su candidez tras los visillos. En los manteles se dibujan ecos de otras mañanas, frías y silenciosas, arrastrando las agujas del reloj sobre esferas de café hirviendo y olores a manzanilla y madreselva. Las puertas que sobresalen de los quicios en un intento por invertir el poder roen los marcos y pulen la madera carcomida, como queriendo saber quién es el más fuerte en un submundo de broma, congraciado con los ámbitos más leves de la existencia y el transcurrir de los días sin más aliento que el de los hombres que se levantan al alba para labrar la tierra del porvenir. Los conejos huyen a sus madrigueras y escalan a las cumbres de los todopoderosos. No son más que ratas venidas a más, algo con lo que deberíamos estar familiarizados con el guión del cambio de siglo. Hay más buhoneros que saldos, más fisgones que confidentes, muchos más carros que carretas. Soportar tantas idas y venidas debería estar mucho más contemplado en el libro de reclamaciones, por mucho que queramos rehuir el enfrentamiento. Conciliar para contentar. Conformar para concertar. Conminar para cotejar. Conectar para confirmar. Y muchos capítulos más, que en realidad son menos.

Las aves comienzan a gruir junto a la ribera. Habría que poner dos clavos a sus alas y cemento a sus plumas para apagar su canto para siempre. Tirarlas al mar para ahogar definitivamente su voz sería una solución de urgencia que no contemplamos los que vivimos a este lado de las adras. El resto del vecindario puede disentir, no nos importa. ¿Cómo era aquello de no nos moverán? Ya lo cambiamos hace tiempo por lo de no nos conmoverán. Hace falta un mundo nuevo y cien mil lunas que nos alumbren en las noches de tormenta para que todo esto salga a la luz sin dejar tristes consecuencias a su paso. Se puede comprobar que algo ha cambiado, sí. Quizá sea el momento de amanar los dispositivos dispuestos para la disposición de las disponibilidades disponibles y disponer de lo que sea. Las posibilidades son escasas, dirían los prohombres del gremio, consecuentes y esquivos con la realidad, pero no estarían hablando con nadie y con todos a la vez, lo que viene a ser lo mismo. La inconsistencia de lo sencillo, porque no ha de entenderse sino efectuarse. Obliterar cualquier alteración de lo establecido y no dejar fluir líquidos vitales por los conductos correctos, desviando aires y agujeros hacia parajes inexplorados, entre los cuales podamos perdernos en la búsqueda de la vía alternativa. No nos quieren erguidos, pues nos tendrán orgullosos. Por todas las ciudades se respira un viento de cambio, no de tiempos ni de espacio ni de tamaños, pero es algo que se sabe, que la colectividad niega porque ignora pero inhala porque puede. Está escrito en las vaharadas que dejan a su paso, y es un rastro seguro, mucho más que los digitales de los que hablan los grandes imperios del gran hermano. Primos segundos, un parentesco menos imbricado y más permisivo con el terror. Habrá que afiliarse al despecho familiar.

El bosque luce más frondoso esta mañana. No hay que esperar a que un rayo parta el árbol que a buena sombra nos cobija. Debemos hacerlo realidad, seguir amenazando igual que nos amenazan a nosotros, mordiendo anzuelos que nos conducen a nuestras presas, permaneciendo refractarios a todo asomo de pánico. Emplearemos tropos muy a nuestro pesar, prescindiendo de informaciones superficiales y palabras sobrantes, interpretando la liturgia a nuestro modo. Todos los presentes elevarán los brazos al cielo y clamarán a los dioses, esos que no existen más que en su imaginación, para que les den hoy el pan de mañana y los libren de tentaciones ancestrales sin las cuales no habrían podido llegar hasta aquí. Mientras todo eso suceda, nada será igual, y eso querrá decir que hemos decidido seguir avanzando por el camino adecuado. Llegaremos al final, no sé cuándo ni en qué circunstancia, pero nada ni nadie podrá pararnos.


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