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Cultura
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POR J.J.CABALLERO
DESDE EL JERGÓN
Publicado el 04 de Mayo de 2020, Lunes

Lourdes Paredes Cuellas

Cultura -

No está el celaje para muchos juegos. De mesa quizás, sobre el polvo de los deseos o el pozo de los días dormidos que van prolongándose más de lo esperado. Deberíamos pensar en lo primero que haremos mañana, aunque no sepamos cuándo llegará ni qué certezas nos quedarán. En el fogón arde lampante el aceite que sobró de la cena de anteanoche y no encontramos diferencia alguna con el estado actual de las cosas, en la que el ruido hace oídos sordos a las canciones y el hambre que soñamos atenuar la próxima semana nace una y otra vez entre los congéneres de vida y alma. Almanaques en el callejón. Jonrones en el pabellón. Billones en el arcón. Ellos siguen jugando al despiste con el alpiste del ganador. ¿Acaso nadie lo sospechaba antes de que nos hicieran otra proposición deshonesta?

         Saben demasiado de añagazas y de tentáculos de poder. Los hacen grandes quienes aplauden sus falsedades y amañan sus nimiedades. Tienen el secreto de fabricar verdades a medida y tomar medidas falsas. Imbrican a demasiada gente e implican a pocas mentes. Nos hacen ingerir la purrela del mes en que todo comenzó, gota a gota, litro a litro, empujando con argumentos que en otras circunstancias solo les serían útiles a un enterrador. Pensándolo bien, hay mucho de eso en su sospechoso comportamiento. Miento si pienso más de lo normal. Normalizo lo que después alegaré. Legaré mis condolencias a generaciones cansadas. Cansaré mis pies de andar sin ninguna dirección. Al caer, el golpe será morrocotudo y las astillas despedazarán los ojos alucinados de quienes aún se atrevan a salir a la calle. Nada por aquí, nada por allá. Si tú pasas por aquí, él paseará por acá. Si ellos vienen de ahí, las otras saldrán de acullá. Nadie podrá coincidir ni siquiera en una mísera opinión. ¿Tal vez alguien lo imaginaba después de que nos cogieran desprevenidos de nuevo?

         El aspecto híspido de los animales desorientados no tiene mucho que ver con el de los brazos que acaban en las manos que ya no pueden alimentarlos. Se tomarán la justicia por los pies y se vestirán con los dedos en la cabeza. Solo ellos podrán decretar el alto el fuego y serán jueces y partes pudendas de las miserias de todos. A la venalidad irredenta e irremediable se suman ahora la virilidad incompleta e inasumible. Igualarnos en la derrota y derrotar a los iguales. De eso se trata, parece ser, contra cientos y mareas. De gente, de repente, de corriente. Corren, pero vuelan, los palacios execrables del destierro, donde se esconden los innegociables del encierro. Busquen, rasquen más adentro y rasguen la superficie tras la que vive la verdad absoluta. Nunca sabrán que el corazón late más alto y más profundo con cada nueva palabra mal pronunciada. La interpretación es libre cuanto más mendaz y menos audaz se muestran. ¿Es posible que todos lo supusieran durante el tiempo que nos hicieron desprotegernos para siempre?

         Sojuzgados, refrenados y malencarados. Así nos encontrará un nuevo amanecer. Y será solo eso, cada arruga de nuestro rostro la que cuente la pequeña historia que ya no vamos a esconder durante más tiempo. No vale solo con decirlo ni sale solo con hundirlo. Ser dúctil no significa dejarse embaucar por otro ejercicio de adanismo. Ahora solo importa seguir adelante y mirar atrás no para coger impulso, sino para cocer influjo. Sí, para fermentar la semilla y procurar que signifique algo para quienes nos sucedan y no sucedan cosas de las que nos podamos arrepentir. Esto no es algo extemporáneo, está sucediendo aquí y ahora, y lo raro es que no nos diéramos cuenta de que el barro podría llegarnos hasta las cejas hasta cuando pasaran años sin un triste diluvio. Abran las bocas para no hablar. Cierren las piernas para no correr. Toquen las puertas para no salir. Si nos movemos en la dirección opuesta es porque aun desvaídos sabemos discernir los nuevos colores, aunque no nos gusten demasiado. Será porque el caletre que nos resta siempre estuvo ahí, bullendo sin que nos diéramos demasiada cuenta.

         Para empezar una nueva vida solo necesitamos empezar a mirarnos hacia afuera, detener tanto mundo interior y pensar en el anterior. Y si no sabemos cómo funciona el nuevo orden podría ser por una única razón universal. Descubrirla y aceptarla nos conducirá fuera del camino indicado al principio y será el comienzo de otro. ¿Por qué muchos lo anticipaban en esos días que nos prefabricaron sin previo aviso?

 

 

 

 

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